Al afeitarse esa mañana descubrió que tenía cara de gato: se erizó. La espantosa imágen lo persiguió durante el día, en cada pausa del trabajo: los ojos claros de dilatadas pupilas, los bigotes enhiestos, las orejas puntiagudas y su grito, su propio grito, que le descubrió un par de pequeños y afilados colmillos. En la noche, sobre el cuerpo jadeante de la mujer, maulló: tuvo sueños horribles con gatos y perros y otras bestias. Al despertar, se deslizó entre las sábanas, lamió los tobillos blancos y dulces y luego, perezoso, mierntras los dedos de sangrientas uñas le recorrían el lomo, bebió la leche que la mujer le trajo en el platito.
Parece un gato japones....su mirada es tan inquietante...que me fascina....y al mismo tiempo
ResponderEliminarprefiero evadirla....me produce sentimiento ambivalentes.....Un saludo cariñoso. Begoña
Hola abedul
ResponderEliminarGracias por tu comentario (que rico, eres la segunda, jijiji) esa es mi gata- gata...una conchuda de tiempo completo, quien me inspiró para contestar la pregunta de Neruda ¿Cuántas preguntas tiene un gato? (que está publicada aqui) y me divertí de lo lindo contestándole...ahora voy a arreglarlo porque me di cuenta que no copie el final
Un abrazo