Mamá acababa de morir y viajamos
con mi hermana a acompañar a papá unos días en su casa. ¡Tantos recuerdos de
mamá! y en cada recuerdo de mamá
siempre estaba presente el viejo. Él siempre
a su lado, siempre tan comprensivo y paciente, siempre pendiente de ella y
ahora se quedaba solo. Los días pasaron
rápidamente y debíamos regresar; así que decidimos prepararle de
despedida su plato preferido: pollo a
la cazadora; el mismo que mamá le
preparaba en ocasiones especiales para complacerlo ¡sería toda una sorpresa!
Un día antes de partir nos reunimos y preparamos la receta.
Cuando estuvo lista, lo invitamos a
pasar a la mesa y le servimos. Saboreábamos apetitosamente la
comida en espera de su gesto de
aprobación, pero de pronto lo sorprendimos
mirando el plato con un gesto de
desagrado. Un silencio grave invadió la mesa. Lo miramos desconcertadas. Antes de que
alcanzáramos a preguntarle qué le
sucedía nos dijo apenado:
-¡Discúlpenme por favor!
-Nunca le dije a mamá que esta comida
no me gustaba, nunca le dije…