jueves, 11 de abril de 2013

La despedida-Mariposa


La despedida

Mamá acababa de morir y viajamos con mi hermana a acompañar a papá unos días en su casa. ¡Tantos recuerdos de mamá! y en cada recuerdo de mamá siempre estaba presente el viejo. Él siempre a su lado, siempre tan comprensivo y paciente, siempre pendiente de ella y ahora se quedaba solo. Los días pasaron rápidamente y debíamos regresar; así que decidimos prepararle de despedida su plato preferido: pollo a la cazadora; el mismo que mamá le preparaba en ocasiones especiales para complacerlo ¡sería toda una sorpresa!
Un día antes de partir nos reunimos y preparamos la receta. Cuando estuvo lista,  lo invitamos a pasar a la mesa y le servimos.  Saboreábamos  apetitosamente la comida en espera de su gesto de aprobación, pero de pronto lo sorprendimos mirando el plato con un gesto de desagrado. Un silencio grave invadió la mesa. Lo miramos desconcertadas. Antes de que alcanzáramos a preguntarle qué le sucedía nos dijo apenado:
 -¡Discúlpenme por favor! -Nunca le dije a mamá que esta comida no me gustaba, nunca le dije…


Quiero estar adentrio-Mariposa


QUIERO ESTAR ADENTRO
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 Está sentada en las escaleras frente a la puerta de su casa, tiritando. Mira fijamente una pequeña  luna brillante con forma de uña y llora porque no le abrieron.  En la esquina de la cuadra están reunidos los muchachos del vecindario, se reparten las tareas de la noche. La vieron llorando y la han invitado a trabajar con ellos. Le dicen que es fácil: debe pararse en la esquina y avisarles si viene una patrulla. La niña se niega y sigue ahí sentada llorando.
Ahora no siente ni frío, ni calor, ya no siente nada. Mañana cumplirá diez años,  sabe que a nadie le importa,  menos a su  mamá que está allá adentro con el último hombre que se levantó. Él le dijo que la sacara a la calle, que lo tenía aburrido y ella le hizo caso y la sacó. A su hermanito  mayor lo sacó hace dos meses; él se fue a pedir posada  al convento y allí se quedó. Le contó a las monjas que su hermanita también estaba en la calle y fueron a buscarla. Ella se negó. No quiso ir a vivir en el convento. No, no lo hará. Ningún adulto la mandará. En la calle nadie le dirá nada. Las monjas le dicen que de todas formas allí la esperan.
Se queda en la calle. Descubre que hay otros niños allí y empieza a andar a su lado. De algo le sirvió la escuela esos años, porque ahora ella es la que manda y  sabe que la ayudarán a regresar a casa. ¡Ella si tiene mamá! Una noche les propone el plan: cuando él llegue borracho a la casa de su mamá lo atacarán en el potrero, entre todos pueden. Después lo tirarán al canal.
 -Mamá no se enterará –les dice. -Después volveré y le diré a mamá que ahora todo está bien.
 Y por primera vez después de dos años sonríe.