miércoles, 11 de julio de 2012

El bloomsday-

Este artículo fue publicado en la revista virtual "Confabulados"
16 de Junio: El "Bloomsday"
Por José Luis Díaz-Granados

Descripción: jose-luis-diaz-granados1La noche del 16 de junio de 1904 —seis meses después de haber fracasado en su intento de publicar la novelaRetrato del artista adolescente en una revista de Dublín—, James Joyce, entonces de 22 años de edad, salió por primera vez con Nora Barnacle, una sencilla camarera de hotel, inculta y atractiva, a quien había conocido días atrás.
Pasearon por una playa solitaria y de pronto, de manera inesperada, la muchacha comenzó a prodigarle al joven una serie de caricias eróticas, tan audaces y provocadoras, que marcaron para siempre la sensibilidad del dublinés. Aquel encuentro con quien se convertiría en la compañera de su vida llevó al promisorio escritor a escoger esa fecha mágica como la del día en que se desarrolla su novela Ulises, que escribiría a partir de 1914, durante siete años, de manera ininterrumpida, con pasión de poseso y en medio de las mayores dificultades.
Eran tiempos muy difíciles, no solamente por el hecho de que estaban bajo el fuego cruzado de la Primera Guerra Mundial, sino porque el joven narrador sufría la incomprensión y el rechazo sistemático de todas las editoriales y revistas literarias. Además, él y Nora tenían que andar de un lado para otro a causa del conflicto, en tanto que Joyce padecía de un creciente problema en los ojos que amenazaba ceguera, no tenía un centavo en los bolsillos y la familia crecía con la llegada de Giorgio y Ana Lucía, los dos hijos pequeños. 
El libro salió publicado, luego de incontables peripecias, el 2 de febrero de 1922, precisamente el día en que Joyce cumplía sus 40 años de vida. El éxito fue inmediato, a pesar de que críticos pudibundos y guardianes del puritanismo acusaron al autor de "obsceno" y "pornográfico". Escritores y poetas de la talla de Ezra Pound lo apostaron todo por Ulises hasta el punto de conseguirle editor y crítica favorable y T. S. Eliot lo comparó con La guerra y la paz. En cambio Virginia Woolf —que había tenido acceso al manuscrito inédito—, lo rechazó de plano desde el primer momento.
En su diario, la celebrada autora de Mrs. Dalloway, calificaba el Ulises de "vulgar" y de "baja clase", algo así como "el entretenimiento de un jovencillo que se rasca con grima sus sarpullidos". Y cuando terminó su lectura anotó: "Acabé de leer Ulises y me parece un fracaso... Es un libro difuso, salobre, pretensioso y vulgar, no sólo en el sentido común, sino en el literario. Quiero decir que un escritor de primera línea respeta demasiado el acto de escribir para permitirse hacer trampas". Y la propia Nora, la compañera del escritor, comentaría que el libro seguramente "era una gran cochinada".
Ulises representa el día más largo y célebre de la historia de la literatura universal. En 18 capítulos se va desenvolviendo, a través de voces y de veces, la travesía urbana de un publicista llamado Leopoldo Bloom y las acciones imprecisas de un joven maestro de escuela de nombre Stephen Dedalus. 
La inusitada novela, cuya redacción inició Joyce en Trieste, Italia, en 1914, continuó en Zurich y terminó en París en 1921, ha sido presentada desde su publicación en 1922, como una genial parodia de La odisea de Homero, desarrollada en espacios citadinos, con protagonistas nada heroicos y con una Penélope muy distante de su legendaria fidelidad.
Desde horas muy tempranas, Bloom sale de su casa luego de consentir a su bella esposa Marion (o Molly), con quien no tiene relación sexual alguna; asiste a un entierro, almuerza, vagabundea por calles y avenidas de Dublín a sabiendas de que Molly está recibiendo en ese momento a un amante; come, escucha música, pone atención a una arenga de un orador nacionalista; contempla a una bañista en la playa, visita a una amiga en el hospital y allí conoce a Dedalus, a quien acompaña hasta el sector de tolerancia; luego de un incidente con un soldado se dirigen a la casa del publicista, donde toman chocolate. Cuando Dedalus se va, Bloom, borracho, se duerme sobre el pecho de su esposa. Ella, regocijada con su romance vespertino, reinventa su trayectoria vital. Esas 60 páginas finales sin una coma, ni un sólo punto aparte y que culmina con un "Sí" por la vida, constituyen el prodigioso monólogo interior con el que, además de otras técnicas que introduce en su libro, Joyce revoluciona para siempre las estructuras del género narrativo.
Además, algunos críticos han señalado que cada episodio corresponde a un color determinado y a alguna parte del cuerpo. También se ha afirmado que la llegada de Bloom para reposar en el seno de su esposa, representa la muerte del ser humano cuando retorna al seno de la tierra.
Con la confirmación de Ulises como una de las obras fundamentales del siglo XX, escritores e intelectuales, lectores y admiradores regados por el mundo, celebran cada 16 de junio el "Día de Bloom" o el "Bloomsday". Entonces en los festejos se  rememoran episodios de este insólito planeta literario, se recrea la vida y peripecias de su autor y se realizan en voz alta  lecturas colectivas sin fin desde horas muy  tempranas hasta poco antes de la medianoche.  

José Luis Díaz-Granados (Santa Marta, 1946), poeta, novelista y periodista cultural. Su novela Las puertas del infierno (1985), fue finalista del Premio Rómulo Gallegos. Su poesía se halla reunida en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003).

Ebriedades por el poeta venezolano Gonzalo Fragui

Publicado en la revista virtual "Confabulados"

OMAR KHAYYÁM

Decía Omar Khayyám:

—Voy por el camino con mi botella y mi sombra. Afortunadamente mi sombra no bebe.


APOLLINAIRE

Preguntaron a Apollinaire:

—¿Qué hora es?

Y él respondió:

—Es hora de emborracharse.



HUMPREY BOGART

Un día le preguntaron a Humprey Bogart por la nacionalidad, y él respondió:

—Alcohólico.

Y qué opinaba de este mundo. Dijo:

—El mundo tiene tres copas de atraso y hay que ponerse al día.


CÉSAR DÁVILA ANDRADE

El gran poeta ecuatoriano César Dávila Andrade vivió durante un tiempo en Mérida, invitado por ese otro gran escritor ecuatoriano, Alfonso Cuesta y Cuesta. Luego Dávila Andrade se residenció definitivamente en Caracas, donde murió. Sus versos reflejan un gran dolor, el de sus hermanos indígenas.
Dávila Andrade bebía seis meses y pasaba seis meses abstemio. Abstemio totalmente. Ni un vinito. Sin embargo, sus amigos poetas lo recuerdan fundamentalmente por los seis meses de trago.
En una oportunidad le publicaron un poemario en Caracas y unos traviesos editores, que conocían la afición del poeta por el trago, le cambiaron un verso que afectó profundamente al poeta. Un poema suyo empieza diciendo:

«Ahora sé que me dieron esta alma en medio de una batalla»

Y los malvados editores le pusieron:

«Ahora sé que me dieron esta alma en medio de una botella».


JUAN RULFO

I

Como sabemos, Juan Rulfo escribió poco. A los 35 años publicó su primer libro, El llano en llamas, y a los 37 el último, Pedro Páramo. Sin embargo su fama aumentaba con cada libro que no publicaba. Un día le preguntaron por qué había escrito El llano en llamas, su magnífico libro de cuentos, y él, humilde, dijo:

—Para soltar la mano nomás.

II

El poeta chileno Volodia Teitelboim consultó al humorista Carlos Monsiváis cuál era, a su juicio, el efecto más notorio de la obra de Rulfo en la literatura mexicana. Monsiváis no dudó en responder:

—Legalizó la tristeza.

III

Preguntaron un día a Elena Poniatowska el porqué de la tristeza de Rulfo. Elena explicó:
—Es que Rulfo era huérfano tres veces. Huérfano de padre, huérfano de madre, y huérfano de gobierno, como casi todos los mexicanos.

IV

Conversaban en un café varios profesores y uno de ellos dijo filosófico:
—El sol nos alumbra a todos por igual.
Rulfo, que los estaba escuchando, interrumpió su silencio para opinar:
—Menos en la sombra, dijo.

V

Cuenta Bryce Echenique que una noche daba una fiesta en su casa de París. Uno de los invitados era el escritor mexicano Juan Rulfo. Por su timidez, Rulfo siempre quería pasar inadvertido pero no podía. Para colmo de males una funcionaria se le pegó esa noche como un chicle. Rulfo no sabía qué hacer para quitársela de encima. Consultó entonces  a Bryce.
— A la próxima pregunta respóndale con una pesadez- fue la recomendación de Bryce.
Así hizo.
La señora se le acercó de nuevo y con cara de culta preguntó al maestro que si ya se había leído El Capital, de Carlos Marx. Y ahí fue cuando llegó la oportunidad esperada por Rulfo.
—No, pero vi la película, fue la respuesta del escritor.