miércoles, 11 de julio de 2012

Ebriedades por el poeta venezolano Gonzalo Fragui

Publicado en la revista virtual "Confabulados"

OMAR KHAYYÁM

Decía Omar Khayyám:

—Voy por el camino con mi botella y mi sombra. Afortunadamente mi sombra no bebe.


APOLLINAIRE

Preguntaron a Apollinaire:

—¿Qué hora es?

Y él respondió:

—Es hora de emborracharse.



HUMPREY BOGART

Un día le preguntaron a Humprey Bogart por la nacionalidad, y él respondió:

—Alcohólico.

Y qué opinaba de este mundo. Dijo:

—El mundo tiene tres copas de atraso y hay que ponerse al día.


CÉSAR DÁVILA ANDRADE

El gran poeta ecuatoriano César Dávila Andrade vivió durante un tiempo en Mérida, invitado por ese otro gran escritor ecuatoriano, Alfonso Cuesta y Cuesta. Luego Dávila Andrade se residenció definitivamente en Caracas, donde murió. Sus versos reflejan un gran dolor, el de sus hermanos indígenas.
Dávila Andrade bebía seis meses y pasaba seis meses abstemio. Abstemio totalmente. Ni un vinito. Sin embargo, sus amigos poetas lo recuerdan fundamentalmente por los seis meses de trago.
En una oportunidad le publicaron un poemario en Caracas y unos traviesos editores, que conocían la afición del poeta por el trago, le cambiaron un verso que afectó profundamente al poeta. Un poema suyo empieza diciendo:

«Ahora sé que me dieron esta alma en medio de una batalla»

Y los malvados editores le pusieron:

«Ahora sé que me dieron esta alma en medio de una botella».


JUAN RULFO

I

Como sabemos, Juan Rulfo escribió poco. A los 35 años publicó su primer libro, El llano en llamas, y a los 37 el último, Pedro Páramo. Sin embargo su fama aumentaba con cada libro que no publicaba. Un día le preguntaron por qué había escrito El llano en llamas, su magnífico libro de cuentos, y él, humilde, dijo:

—Para soltar la mano nomás.

II

El poeta chileno Volodia Teitelboim consultó al humorista Carlos Monsiváis cuál era, a su juicio, el efecto más notorio de la obra de Rulfo en la literatura mexicana. Monsiváis no dudó en responder:

—Legalizó la tristeza.

III

Preguntaron un día a Elena Poniatowska el porqué de la tristeza de Rulfo. Elena explicó:
—Es que Rulfo era huérfano tres veces. Huérfano de padre, huérfano de madre, y huérfano de gobierno, como casi todos los mexicanos.

IV

Conversaban en un café varios profesores y uno de ellos dijo filosófico:
—El sol nos alumbra a todos por igual.
Rulfo, que los estaba escuchando, interrumpió su silencio para opinar:
—Menos en la sombra, dijo.

V

Cuenta Bryce Echenique que una noche daba una fiesta en su casa de París. Uno de los invitados era el escritor mexicano Juan Rulfo. Por su timidez, Rulfo siempre quería pasar inadvertido pero no podía. Para colmo de males una funcionaria se le pegó esa noche como un chicle. Rulfo no sabía qué hacer para quitársela de encima. Consultó entonces  a Bryce.
— A la próxima pregunta respóndale con una pesadez- fue la recomendación de Bryce.
Así hizo.
La señora se le acercó de nuevo y con cara de culta preguntó al maestro que si ya se había leído El Capital, de Carlos Marx. Y ahí fue cuando llegó la oportunidad esperada por Rulfo.
—No, pero vi la película, fue la respuesta del escritor.

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