viernes, 26 de octubre de 2012

Paraiso-Mandrini Eugenio


Mandrini, Eugenio
Paraiso
Un grande silencio, una súbita quietud sobrecoge a la selva. A un paso del ciervo acorralado, el tigre suspende el salto. En las altas ramas los monos dejan de chillar, los ojos ardientes como si miraran el fuego. Los pájaros guardan las alas, cosen sus picos. Las hojas callan su acostumbrado susurro. Nadie camina. Nadie salta. Nadie vuela. Nadie se mueve. Nadie respira. Nadie muere. Allí, el colibrí y la flor, copulan.
Publicado en la Internacional  Microcuentista

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