Cuando llegué a la casa, encontré a la abuelita, con todas
sus nobles arrugas sentada en su mecedora, asoleándose en el jardín. Le pregunté por
Mauricio; me contestó que aún no había llegado y me invitó a esperarlo en su compañía Allí estábamos cuando vimos un
gato caminando majestuosamente sobre el muro, algo le comenté sobre el gato y ella se acordó inmediatamente de una historia que
le había pasado hace años, cuando vivía aun en el campo y me la relató:
Estaba apenas
amaneciendo cuando me despertó un terrible maullido de un gato, parecía como si
estuviera sufriendo y me desveló. Entonces decidí levantarme a buscarlo y no lo
encontraba, el animal cada vez maullaba más duro.. Traté de identificar de donde provenían los maullidos, el animal parecía
estar muy cerca, pero por más que lo buscaba no lo encontraba. Afiné el oído aún más y le dije a los niños
que hicieran silencio. Los maullidos me llevaban al lavadero pero allí no se
veía nada, hasta que se me ocurrió meter la cabeza dentro. Y que sorpresa
cuando vi el animalito aterrorizado, con sus garras incrustadas en la pared
interna de la loza del lavadero y su lomo casi rozando la superficie del agua, luchando
por no dejarse caer. Debía llevar horas en esa posición.
Mientras ella relataba la historia, lo único que yo pensaba
era en el pobre gatico próximo a ser rescatado y quería llegar pronto al final, así que la apuré: - ¿Qué hiciste entonces abuela?
Busqué uno de esos
costales donde se empacaban los granos, fui desprendiéndole las garras cuidadosamente,
primero las patas de adelante, luego las de atrás, y una vez dentro del costal,
lo hundí con todas mis fuerzas dentro del agua hasta que ya no se movió más. Asi termino su historia y después sonrió.
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